jueves, 13 de febrero de 2014

Entrecruzamiento narrativo, “Encuentros que cambian la vida”

Este es un cuento que escribí como ejercicio del "entrecruzamiento narrativo", espero les guste.

Alejandro, a sus 29 años, era considerado uno de los mejores abogados en la ciudad. Quien lo conociera diría que su vida era perfecta, pues tenía un trabajo que amaba, vivía en un apartamento lujoso, tenía autos del año, vestía las mejores marcas, y por si fuera poco, hace 3 meses se había casado con Natalia, la mujer de sus sueños. Sin duda, todo parecía maravilloso. Pero esa mañana, Alejandro no sentía eso, pues había tenido una gran discusión con su esposa. No se podía negar el amor que había entre ellos pero había un aspecto en el que no coincidían que era el de tener hijos. Él no lo tenía contemplado en sus planes pues su vida hasta ese momento era perfecta, ¿para qué arriesgarse?, además, nunca se visualizó como un buen padre. Por el contrario, uno de los más grandes sueños de Natalia era ser madre. Su discusión duró 2 horas y pudo haber continuado de no ser que él tenía una junta importante con un cliente a la cual no podía faltar.

Después de platicar son su cliente, Alejandro no podía dejar de pensar en lo ocurrido en la mañana. Quería salir de su oficina, y caminar sin rumbo fijo, tal vez eso lo ayudaría a tranquilizarse y pensar sobre su relación. Llegó a un parque, uno que nunca antes había visitado, y tras haber caminado por un par de horas buscó una banca en donde sentarse y descansar. Junto a él se encontraba una muchacha, tal vez tenía alrededor de unos 20 años. Ella se percató de que aquel joven que se había sentado junto no se encontraba bien, su semblante lo delataba. Recordó que en su bolsa llevaba un recipiente con una rebanada de pastel de chocolate que había hecho el día anterior, lo sacó y se lo ofreció al joven. Los pensamientos de Alejandro se vieron interrumpidos, y antes de poder decir una palabra la muchacha le comentó “mi madre siempre me ha dicho que las penas con pan son buenas”. Alejandro no había ni desayunado ni comido, tenía mucha hambre por lo que aceptó el pastel y dijo “muchas gracias…”, “Ana”, respondió ella y continúo “disculpe, si no es mucha indiscreción, ¿qué es lo que le pasa?”. Alejandro solía ser un hombre desconfiado, pero aquella muchacha inspiraba confianza y sin más, comenzó a contarle su historia, tal vez desahogarse lo ayudaría.

Al finalizar, Ana comprendió por qué él estaba tan abrumado y no sabía que palabras decir para ayudarlo, pues no estaba casada y desde que tenía memoria, ella siempre le habían gustado los niños. Entonces, se le ocurrió que tal vez él necesitaba distraerse aunque fueran unos minutos, por lo que decidió contarle su historia.

Ana había crecido en un pueblo lejos de la ciudad con sus padres y 4 hermanos menores. Debido a que la economía en su hogar no era muy buena, tomó la decisión de  buscar un trabajo fuera. Al llegar a la ciudad, se dio cuenta que sería muy difícil encontrar empleo, pues era joven y no tenía experiencia laboral. Un día, mientras leía la sección de trabajos en el periódico encontró un anuncio de una señora que buscaba una niñera. Ana ayudó a su madre a cuidar a sus hermanos, entonces vio una oportunidad. Se dirigió a la dirección que venía en el anuncio, la recibió la señora y después de entrevistarla, le dio el trabajo.

Ana le confesó a Alejandro que sí le gustaba su trabajo, los dos niños de la señora se habían encariñado con ella y los quería mucho, pero al mismo tiempo pensaba que no se dedicaría toda su vida a ser niñera. Su verdadera pasión era la repostería. Después de unos 30 segundos donde los dos se quedaron en silencio, Ana se levantó de la banca y le dijo a Alejandro que ya tenía que ir a la casa de la señora. Él le regresó su recipiente y le dijo “sabes, por lo poco que te conozco me doy cuenta que eres una persona trabajadora, perseverante y con muchas ganas de salir adelante. Además, tu pastel de chocolate estuvo delicioso. No renuncies a tu sueño”. Ana sonrió y le dio las gracias.

“Buenas tardes señora Victoria”, dijo Ana al llegar a la casa. Victoria tenía mucha prisa, ya se le hacía tarde para ir a la oficina, por lo que sólo le regresó el saludo, se despidió de sus hijos con un beso y le avisó a Ana que regresaría como a las 7 de la noche. Mientras Ana jugaba con los niños, no pudo olvidar lo que le dijo Alejandro y se dijo a sí misma que cumpliría su sueño de poner una pastelería, nunca antes había estado tan decidida a hacerlo.

Cuando Victoria regresó a su casa, Ana le contó los planes que tenía. Para Victoria, Ana no sólo era la niñera, se había convertido en un miembro más de su familia, por lo que le ofreció su apoyo. Le dijo que se tomara el día siguiente para visitar a una de sus amigas que se dedicaba a dar asesorías a quienes quisieran empezar un negocio; y que por lo niños no se preocupara, ella pasaría todo el día con ellos.

A la mañana siguiente, Victoria salió con sus dos hijos rumbo al supermercado. Estando en el área de frutas y verduras, uno de los niños aventó su juguete y cayó al piso. Victoria tenía las manos ocupadas, por lo que un hombre se acercó a recogerlo y se lo entregó al niño. Victoria le dio las gracias y comentó “tal vez puedan ser un poco traviesos, pero sin duda mis hijos son lo más importante que tengo y el amor que hay entre un padre y un hijo es el más sincero del mundo”. El hombre respondió con un de nada y ella le deseo un buen día.

A Alejandro le sorprendieron aquellas palabras que dijo la mujer, sin duda, no se imaginó escuchar algo así en el supermercado. Esa oración lo hizo reflexionar, por lo que cuando llegó a casa con su esposa, le ofreció una disculpa por la discusión del día anterior. Estaba dispuesto a conversar con ella y que si en su destino estaba el ser padres, él iba a tratar de ser el mejor.

1 comentario:

  1. Bien, la idea logra demostrar cómo la intervención de los personajes afecta el desarrollo de la historia, sobre todo de la decisiones del personaje.

    ResponderEliminar